Se acabó, por fin, la temporada 22/23. La peor campaña del Valencia desde hace décadas ha terminado. La primera en mucho tiempo en la que hasta la última jornada hemos tenido que hacer cábalas de que resultados debían darse para asegurar la permanencia. El Valencia seguirá siendo equipo de Primera División pero el valencianismo, que ya puede respirar algo tranquilo, no tiene nada que celebrar porque su futuro próximo es desalentador.

El Valencia no es esto. Es un club cuya exigencia debe variar y situarse en unos niveles mucho más altos. La lucha por no bajar tiene que ser un caso aislado y no puede volver a repetirse. Cada día estamos ante un club más pequeño y, sobre todo, empequeñecido.

Hay un dato que habla por sí mismo. De las últimas 26 temporadas, el Valencia ocupó posiciones europeas en 19. De esas 7 temporadas restantes, en 6 de ellas estaba como dueño el pirómano de Singapur. De hecho, quitando los dos años completos de Marcelino, la mejor posición liguera desde 2016 ha sido la novena. Guarismos demoledores para una entidad como la del murciélago.

Fruto de lo anterior, uno se queda con la sensación de que aquí no va a cambiar absolutamente nada y que estamos destinados a seguir viviendo demasiados sinsabores. Quizás se haya esquivado una bala pero Peter Lim nos ha demostrado que tiene munición suficiente para continuar haciendo sufrir al valencianista. Un propietario que hace ya mucho tiempo decidió dejar de invertir en el club, que su única forma de generar ingresos es mediante la venta de los jugadores más destacados y que no se ha dirigido al aficionado para explicarle qué pretende.

A día de hoy, estamos ante una entidad sin identidad. Donde el conformismo está a la orden del día y donde uno tiene la sensación que, salvo que se haga una profunda reestructuración, la próxima temporada seguirá siendo así. Los precedentes están ahí y, muy a nuestro pesar, no hay ningún clavo ardiendo al que agarrarse. Esa es la mayor impotencia.

Honor al Pipo Baraja y Carlos Marchena. Aceptaron el reto siendo ya dos auténticas leyendas. Con poco que ganar y muchísimo que perder. Tenía miedo de ver como dos ídolos de la infancia podían llevar al club a Segunda pero han logrado el objetivo (sic) para el que vinieron. 

Ojalá si Baraja y Marchena apuestan por continuar sean capaces de cambiar el camino de un club que, con Peter Lim al mando, seguirá sin ningún rumbo.