11 años de sinsabores, de desilusiones, de decepciones, de verse cerca y lejos a la vez. Eso ha sido el Valencia desde la última vez que conquistó un título. Desde ayer, uno ya puede quitarse, por fin, la espinita del gol de M’Bia porque nunca lo olviden. El murciélago siempre se levanta. El Valencia siempre se levanta.

Después de un periodo tan largo de espera, el equipo del murciélago pudo celebrar su pase a la final de Copa del 25 de mayo. Se supo gestionar la ventaja que suponía el 2-2 cosechado en el Benito Villamarín y, para alivio de los desfibriladores de Mestalla, el gol de Rodrigo Moreno supuso una ventaja de dos goles en la eliminatoria. Quedaban algo más de 30 minutos pero la emoción se palpaba en la grada. El aficionado se veía cerca y los nervios eran incontenibles.

Sobre los jugadores, me gustaría hablar de varios. De Piccini, que, con motivo, fue la diana de las críticas a principio de temporada y que lleva varios partidos sobresaliente y propició el gol de Rodrigo. De Gayà, que además de ser el jugador más regular durante toda la temporada, demuestra su amor por el escudo. De Roncaglia, del que se dudó acerca de su contratación y al que no se le recuerda ningún fallo en sus cuatro partidos. Y de Gameiro, probablemente el héroe de la semifinal con su gol y sus dos asistencias.

El recibimiento al equipo superó cualquier expectativa. Las imágenes hablan por sí solas. Mestalla, una vez más, llevó al equipo en volandas y marcó el primer gol. La celebración posterior en la Avenida de Suecia (imagen de debajo) demuestra las ganas infinitas, no recuerdo ninguna celebración ni parecida, que tenía esta hinchada de ilusionarse y poder celebrar la posibilidad de competir por un título. Emociona y mucho ver cómo vibraba el aficionado.

Merecíamos ese derecho a ilusionarse. Hay una generación de valencianistas que aún no sabe lo que es ver a su equipo ganar un título. Algunos, quizás la mayoría, ya no recordamos ese cosquilleo antes de jugarte un trofeo a 90 minutos. Ni esos nervios de cara a poder encontrar la fórmula para conseguir entradas para acompañar al equipo porque, como dijo el gran Luis Aragonés, las finales no se juegan, las finales se ganan.

Y sí, el Centenario también era esto. Era demostrar que este escudo está muy vivo y que la adversidad sólo sirve para saborear más si cabe el triunfo una vez llega.

Por un Valencia bronco y copero. Por un Valencia campeón.

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Publicado en SUPERDEPORTE el 1 de marzo de 2019